Es un espectáculo de humor. Un guiso resultado de mezclar nuestros problemas del primer mundo en la Thermomix del absurdo. Un humor fresco e hilarante en el que, los espectadores y espectadoras más inteligentes e inteligentas, reconocerán los homenajes y homenajas que hemos querido dedicar a Monty Python, Tip y Coll o les Luthiers. (Sí, sí…suena pretencioso, pero a veces lo conseguimos).
Desde el comienzo, se confirma que si un mallorquín se encuentra con Dios, tampoco se impresiona. Aclararemos de una vez por todas que el miedo a la muerte es una estupidez. Con la lógica en la mano, acojona más estar vivo. Visitaremos un banco que nunca miente (Sketch de terror psicológico no apto para cardíacos ni jirafas de ningún tipo).
¿Cuál es la religión verdadera? ¿Cómo es el infierno? ¿Estará alicatado? Un musulmán mallorquín y un negro muy negro del caribe arrojarán luz sobre la cuestión. ¿Dios tiene días de asuntos propios? ¿A quién se los pide? ¿El EURIBOR se decide en Gran Hermano? ¿Los políticos descienden del mono? ¿Por qué no? ¿Por qué público y púbico se parece tanto?
Estas y otras cuestiones fundamentales quedan resueltas en los setenta minutos que dura el espectáculo. Diferentes historias, diferentes personajes y… sólo una cosa resulta ser cierta: al final, termina.